viernes, 28 de marzo de 2014

Notas al programa

Bajo el letargo romántico que durante décadas se apoderó del repertorio de la guitarra y sus intérpretes, liderado por el intimismo de Francisco Tárrega, es su discípulo, el guitarrista catalán Miquel Llobet, el encargado de estrenar Homenaje pour 'Le tombeau de Claude Debussy' de Manuel de Falla. Esta obra, publicada en la revista parisina Le Revue musicale en diciembre de 1920, transforma el sonido del instrumento en el símbolo modernista nacional que las artes plásticas demandan desde comienzos de siglo.

En este continuo diálogo interdisciplinar, cabe destacar el cuadro El viejo guitarrista (1903), o la escultura cubista Guitarra (1912) de Pablo Picasso, artista que curiosamente no conoce al compositor gaditano hasta unos veces antes de la publicación de su única obra para guitarra. Encuentro reflejado en la carta fechada en abirl de 1919 enviada a Sergei Diaghilev, creador y alma de los Ballerts Rusos, quien prpera por aquel entonces el estreno de El sombrero de tres picos: "Recuerdo muy bien el día -en el Palace [de Madrid]- en que hemos hablado Picasso y yo de tenerle con nosotros".

La personalidad de Falla impregna de un nuevo color la vida musical española, en especial, del grupo de compositores en torno a la Residencia de Estudiantes. Tras los continuos escritos de Juan José Mantecón -bajo su pseudónimo Juan del Brezo- en el diario madrileño La Voz, en diciembre de 1930 se presenta en la Residencia de Estuidantes el Grupo de los Ocho, con Rosa García Ascot al piano, única representate femenina, y discípula del propio Falla.

La personalidad de Falla impregna de un nuevo color la vida musical española, en especial, del
grupo de compositores en torno a la Residencia de Estudiantes. Tras los continuos escritos de Juan
José Mantecón -bajo su pseudónimo Juan del Brezo- en el diario madrileño La Voz, en diciembre de
1930, se presenta en la Residencia de Estudiantes el Grupo de los Ocho, con Rosa García Ascot al
piano, única representante femenina, y discípula del propio Falla. Es ahí, en la Residencia de Lorca,
Dalí o Buñuel, donde el lucense Jesús Bal y Gay entra en contacto con la clase intelectual de la
época, conociendo a la propia Rosita, con quien contrae matrimonio en 1933.

Esa profunda búsqueda de las posibilidades y recursos del instrumento detona en un nuevo
repertorio, firmado por compositores no guitarristas. Uno de estos cúlmenes queda reflejado en la
monumental Suite Compostelana del pianista y compositor barcelonés Frederic Mompou. Escrita a
comienzos de la década de los sesenta para Andrés Segovia, la obra nace como un homenaje directo
a la capital gallega, meta peregrina que el pianista y compositor barcelonés conoce a la perfección, a
partir de su continuo magisterio en los cursos de Música en Compostela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario